El Banquete
Una tarde de otoño, la ciudad olía a café barato y hojas húmedas. En la esquina de una biblioteca pública, un joven apurado tropezó con la realidad: su mochila se abrió y los libros rodaron por el suelo como si buscaran huir del saber.
Una tarde de otoño, la ciudad olía a café barato y hojas húmedas. En la esquina de una biblioteca pública, un joven apurado tropezó con la realidad: su mochila se abrió y los libros rodaron por el suelo como si buscaran huir del saber.
¿Alguna vez os habéis sentido atraídos por la perversidad, la incerteza y lo angustiante que se desprendía de las páginas de un libro en vuestra mente y continuabais la lectura sin poder dar nombre a esta mística atracción?
Querido lector, hoy se me ha concedido nuevamente la oportunidad de volver a escribirte y tratar de guiarte hacia las respuestas que buscas para las cuestiones que parecen simples en apariencia, pero intensifican su grado de complejidad cuando tratamos de aplicarlas hacia nosotros mismos en el plano práctico de la vida. Para el Banquete de