«Ya no se premia el compromiso, sino la libertad

Relaciones, amor, libertad, sexo, ideales…. estas palabras son tan misteriosas como reveladoras para la inmensa mayoría de las personas que componen nuestra compleja sociedad. Hoy trataremos precisamente de descomplejizar algunos de los aspectos más primitivos del ser humano y acercarnos a la visión de un profesional que vive por y para ayudar a las personas a encontrar la tecla de su salud emocional, sexual y mental.
P: Empecemos con tu faceta de sexólogo, Fabián. ¿Cuál dirías que es la patología sexual más desafiante a la que te hayas tenido que enfrentar en tu consulta?
R: Hasta el momento, he tenido que enfrentarme a una gran variedad de patologías cada una de ellas con sus características y singularidades propias. Pero, sinceramente, no he dado con ninguna que no haya logrado superar, no se me ha resistido ninguna hasta el momento. He trabajado con eyaculación precoz, con impotencias secundarias, con problemas de vaginismo, etc. Entonces no diría tampoco que una es más compleja que la otra. Simplemente diría que, como en el terreno de la psicología, no es lo mismo decir que tengo ansiedad o estrés, a decir que tengo esquizofrenia. Son dos grados distintos. Todavía no me he enfrentado a un problema colosal en mis consultas. Con un abordaje sexológico adecuado, todos los casos se han logrado superar tras unos meses y se ha logrado paliar esa patología. Hay muchas patologías que requieren de una técnica adecuada y no necesitan ni medicación ni parches ni nada, eso son historias. Muchas veces el origen de ese problema sexual está en la propia persona y en su cabeza. Se les ha resistido un escollo de alguna relación sexoafectiva pasada y no saben relacionarlo, lo reprimen y un día explota.
P: Y fuera de tu consulta y en el panorama clínico, ¿cuál dirías que es la más compleja de tratar?
R: Pues de momento no lo he tenido en consulta, pero me parecería un auténtico reto y un total desafío trabajar con una persona que haya sido violada, tanto hombre como mujer. Porque allí, no solo entra en escena el abordaje sexológico, sino que también se debería incluir un abordaje psicológico. Esto supone una perturbación tan grande y a tantos niveles para la persona que puede que la primera línea de actuación sea el aspecto sexológico, pero todo lo que hay detrás es inmenso. El ayudar a esa persona a volver a una “nueva normalidad” requeriría mucho trabajo, esfuerzo y cooperación por parte de las dos partes, profesional y paciente. Creo que requeriría de mucho tiempo la recuperación de un caso así.
P: Ahora, sin salir del aspecto sexual, nos gustaría hacerte una pregunta diferente: ¿qué ocurriría si una persona tiene una carencia total de sexo? ¿tiene la falta de práctica sexual durante tiempo indeterminado algún efecto colateral físico o psicológico para el cuerpo?
R: Tanto si tu pregunta se enfoca en el sexo con otras personas como en el sexo con uno mismo, que desde la sexología también está considerado como sexo, hay que hacer ciertos matices. Pero me parece muy interesante y oportuna esta pregunta para aclarar esto. Por ejemplo, podríamos comenzar diciendo que muchas veces está el sesgo de quiere pensar que el sexo se reduce única y exclusivamente a la penetración, al orgasmo, se busca eyacular y todo lo demás, ¿verdad? Pero cuidado, porque eso es reducir mucho el sexo, que es mucho más que todo eso. Hay contacto, caricias, lenguaje y muchas otras variables que entran en juego de la relación sexual que, al final, es un vínculo de comunicación más en la pareja. Es triste reducirlo todo a solo eso. Respondiendo a tu pregunta, te diría que depende enteramente de la persona si puede surgir algún efecto colateral de ese absentismo o carencia. Tampoco es lo mismo según la biología: a hombres y mujeres les influye de forma dispar. Tenemos que tener en cuenta cómo es la persona y si tiene sexo de manera muy frecuente y lo necesita de manera frecuente, o si se es más conformista y con poco tienes suficiente. Apoyándome en la pirámide de las necesidades de Maslow, se puede ver las necesidades más básicas e innegociables para el ser humano y, siento decirlo, pero el sexo no es una de ellas. Sin el sexo sí que podemos vivir, pero sin comer y sin beber no. Lo que sí es verdad, y está demostrado científicamente, es que la calidad de vida aumenta cuando se tiene relación sexual frecuente, pero nadie se ha muerto por falta de sexo. Se trata de que cada persona se conozca a sí misma.
P: De acuerdo, vamos a pasar ahora al terreno psicológico con una pregunta clara y directa: ¿Por qué es tan complicado construir hoy en día una relación sana y estable?
R: Es una pregunta que no tiene una única respuesta. Bajo mi punto de vista, cuando llegamos a la pareja, sea a la edad que sea, lo hacemos con un bagaje emocional y con aprendizajes que nos vienen de la familia, de nuestro entorno más cercano y de otras experiencias sexoafectivas, y todo esto entra en juego. Pienso que es tan complicado porque al iniciar una relación seria cada uno está atravesando su propio proceso de crecimiento y ese proceso es diferente, un ciclo evolutivo diferente, Entonces cada parte de la pareja ha de tener claro qué tipo de relación quiere tener. Hoy en día tenemos más relaciones líquidas y poco estables; ya no se premia el compromiso, sino la libertad. Existe una tendencia al individualismo y los ideales de amor se han ido transformando y se hace tarea difícil encontrar una persona que se plantee una relación más estable y que escape a esos parámetros líquidos. Entonces, insisto, es todo este cúmulo de factores que entran en juego sumados a otros muchos más, por supuesto.
“Nos guste o no, nos agrade más o menos, la sociedad va avanzando y lo que podría ser considerado como válido hace 50 años, hoy ya no lo es”
P: Siguiendo la línea de tu respuesta, ¿qué características o elementos ha de tener una relación para que se considere sana?
R: Siempre trato de partir de la siguiente premisa: ya sea una relación de pareja o algún tipo de vínculo emocional entre dos personas, se componen de tres ejes o pilares y cada uno de ellos tienen una conexión equitativa. Estos pilares son comunicación, confianza y sexo. Éstos se deben nutrir de manera constante y frecuente para que la relación funcione y tenga más prosperidad con el tiempo. Si la pregunta se orienta más a preceptos o a indicios de una pareja sana hoy en día, yo hablaría más de conceptos como dependencia emocional o amor real. Para hacer esta distinción siempre hago una pregunta: ¿le quieres porque le necesitas o le necesitas porque le quieres? Una está enmarcada en esa dependencia y la otra está más orientada a la independencia. Son dos tipos de vivir y estar en una relación opuestos donde cada tipo de relación aporta cosas muy diferentes.
P: Podemos afirmar, sin miedo, que predominan de forma muy notoria las relaciones esporádicas sobre los vínculos estables. Bajo tu punto de vista, ¿por qué crees que ocurre esto?
R: Son varios factores, no hay un solo “por qué”, sino que son muchos. Pienso que, a lo largo de estos últimos 50 años, en las relaciones lo que antes era considerado como normalidad ahora ya no lo parece tanto. Quizás, podemos decir que cuando dos personas jóvenes se juntaban antes solían permanecer juntas una gran parte de su vida o toda su vida teniendo hijos. Hoy en día, con el cambio de la sociedad se ha visto cómo esos valores han ido mutando en otros tipos de pensamientos y de relaciones que han ido emergiendo. Tenemos la clásica relación tradicional, la relación estable pero no monógama, relaciones abiertas donde se cuide el vínculo central de las dos personas con libertad sexual, etc. Nos guste o no, nos agrade más o menos, la sociedad va avanzando y lo que podría ser considerado como válido hace 50 años hoy ya no lo es. Para bien o para mal, estamos viendo una especie de deconstrucción en la pareja. Parece que se quiere una relación totalmente personalizada. Todos quieren construir una pareja totalmente adaptada a lo que son los valores, la manera de ver la vida de cada uno.
P: Pongamos por caso a una pareja consolidada y estable durante un tiempo considerable que de repente ha perdido la ilusión, el interés y esa llama de la que siempre hablamos. ¿Qué recomiendas en esos casos para no dar la relación por perdida y poder reencauzarla?
R: Habría que buscar un enfoque totalmente personalizado a la pareja. Como es una relación consolidada donde se conocen bien con el pasar de los años, habría que ver qué tipo de relación tienen. Si tienen hijos o no, si la relación es abierta o cerrada, cuáles son sus valores dentro de la pareja…son muchos los factores a tener en cuenta para concretar cuál sería el abordaje más adecuado. Pero, sí es cierto que, cuando vemos que una pareja está deteriorada o en proceso de serlo, una primera línea de actuación realmente suele hacerse sobre los problemas de comunicación. Una comunicación constante y profunda es esencial para que una relación se establezca, es algo necesario. Muchas veces se dan tantas cosas por sentadas en una relación que terminan descuidándose. Entonces, uno de los primeros elementos que suelen verse mermados en este tipo de relaciones es la comunicación. Siempre suelo comenzar analizando este factor y más todavía si existe convivencia en la pareja. Con ello no quiero decir que existan otros temas como la infidelidad, la ansiedad o los problemas sexuales que deban ser mirado con la misma atención, pero normalmente sí que suele ser la comunicación, aunque insisto, siempre ha de ser un abordaje personalizado y adaptado a cada caso.
P: Pongamos ahora este otro caso que ocurre hoy en día tan a menudo: el paciente que cruza la puerta de tu consulta es alguien que ya no cree en el amor y ha perdido toda la fe. Háblanos de cómo tratas este tipo de casos y qué es lo que recomiendas.
R: A esta persona le haría dos preguntas: la primera sería qué es para esta persona el amor y la segunda sería si conoce el significado de la desesperanza aprendida. Esto último es, explicado sencillamente, es un factor psicológico que se activa cuando tratas de hacer muchas veces una cosa que siempre te ha salido mal anteriormente y tú mismo terminas aprendiendo y asimilando que por mucho que lo intentes acabarás fracasando lo que te lleva a desistir y a rendirte. En cuanto a la primera pregunta, es importante saber cómo concibe y ha ido concibiendo hasta ahora lo que es el amor. El amor es algo subjetivo y puede que yo, tu y esta persona tengamos aproximaciones distintas a lo que podemos sentir con respecto al amor. Cuando una persona pronuncia la frase de “ya no creo en el amor” probablemente hay detrás un historial de sufrimiento. Bien sea por relaciones familiares, de pareja o relaciones esporádicas que han podido derivar en algún trauma.
Lo considerable es saber en qué punto de su vida se encuentra esta persona y qué es lo que le gustaría tener y trabajar en esta dirección. Insisto de nuevo en que siempre ha de prevalecer ese enfoque personalizado a cada persona. Hay personas que, racionalmente y por decisión justificada y deliberada, deciden no tener pareja y practicar la solitud; muchas otras, sin embargo, portan consigo ese historial negativo de fracasos o frustraciones socioafectivas que los llevan a estar incómodas. Por lo tanto, repito, hay que conocer en qué punto están y hacia dónde quieren ir.
P: Y ahora sí, nuestra última pregunta como siempre: ¿frente a qué te muestras insolente, Fabián?
Me parece interesante y curiosa la pregunta, jejeje. Pues más que insolente, me muestro un tanto preocupado por tantas personas que atraviesan un problema personal gravísimo y no pueden ni quieren hacer nada por cambiar y salir de esa zona. Se sumergen como en un agujero negro que poco a poco les va absorbiendo y les engulle y, en muchos casos, ya es demasiado tarde. Por otra parte, a mí también me frustra un poco el no poder ayudar a esta gente a darse cuenta del error que están cometiendo al ni siquiera intentarlo y el no poder llegar a tiempo para ayudarles.




